Hablar de tecnología es hablar del futuro, pero ese futuro todavía tiene una cuota pendiente: la representación de las mujeres en la industria. A nivel mundial, según un informe del World Economic Forum, ellas ocupan menos del 30% de los puestos en STEM, si nos ponemos más específicos, un 20% de los puestos en desarrollo de software, y en América Latina la cifra es aún menor, sobre todo en posiciones de liderazgo.
México no es la excepción a esta situación. Aunque el ecosistema tech viene creciendo a pasos enormes, con nuevos polos tecnológicos que atraen inversiones y talento global como Ciudad de México que se ha convertido en un el foco de muchas startups, o Guadalajara que aloja oficinas de grandes multinacionales tecnológicas como Microsoft o IBM, la participación femenina sigue siendo limitada. La buena noticia: cada vez son más las mujeres que desafían la estadística, ocupando espacios estratégicos y demostrando que el cambio no solo es posible, sino inevitable.
El boom tecnológico en México no es igual para todos
En la última década, México pasó de ser un mercado emergente a convertirse en un actor clave del ecosistema tecnológico de América Latina. Con más de 4,3 millones de personas empleadas en actividades relacionadas con las TIC, polos tecnológicos en expansión como Guadalajara, o como la llaman allí, el “Silicon Valley mexicano”, y un crecimiento constante de startups que hoy atraen capital internacional, el país está escribiendo un nuevo capítulo de su historia económica.
Pero ese desarrollo no se refleja de manera equitativa cuando hablamos de género. De acuerdo con el IMCO (Instituto Mexicano para la Competitividad), apenas 3 de cada 10 profesionistas en carreras STEM son mujeres. Y si miramos puestos de liderazgo, la cifra se reduce todavía más: solo 9% de las direcciones generales en empresas de tecnología en México están ocupadas por mujeres, según un estudio de McKinsey.
Las causas son múltiples y van más allá del acceso a la educación. Si bien cada vez más mujeres ingresan a carreras de ingeniería y ciencias de la computación, los sesgos culturales, la falta de referentes visibles y las condiciones laborales poco inclusivas hacen que muchas de ellas abandonen la industria antes de llegar a posiciones estratégicas.
Este panorama genera una paradoja: mientras las empresas compiten por atraer y retener talento en un mercado cada vez más demandante, existe un enorme potencial de mujeres capacitadas que aún no logran integrarse de lleno en el sector.
Sin embargo, la tendencia empieza a mostrar un giro. Iniciativas públicas y privadas para impulsar la participación femenina en STEM, comunidades de desarrolladoras que ganan visibilidad, y casos de liderazgo femenino en compañías del ecosistema, desde startups hasta multinacionales, están sentando las bases de un cambio estructural. La brecha sigue siendo grande, pero los cimientos para cerrarla ya están en marcha. En ese contexto, casos como el de Howdy muestran que otro modelo es posible: de las 482 personas que trabajan en la compañía, 117 son mujeres y 26 de ellas ocupan posiciones de liderazgo, incluida su CEO y Founder Jacqueline Samira. Una cifra que supera el promedio de la industria y que marca un camino hacia un ecosistema más diverso e inclusivo.
Por qué importa: impacto en la industria y en la comunidad
Cuando las mujeres ocupan espacios de decisión, no solo cambia quién está en la mesa: cambia la forma en la que se construye la tecnología. Diversos estudios realizados por el Niagara Institute muestran que los equipos más inclusivos tienden a ser más innovadores, más productivos y a tomar mejores decisiones estratégicas.
En el caso de México, visibilizar a mujeres en puestos de liderazgo tiene un efecto multiplicador. No se trata solo de abrir un camino, sino de generar referentes que inspiran a nuevas generaciones de ingenieras, programadoras y líderes a imaginarse a sí mismas dentro del ecosistema. La representación importa porque amplía el horizonte de lo posible.
Además, la participación activa de mujeres en comunidades, eventos y programas de mentoría está fortaleciendo el tejido del sector tech en el país. Desde redes de desarrolladoras hasta iniciativas de formación en STEM para niñas, cada paso suma para cerrar la brecha.
La experiencia de empresas como Howdy refuerza este impacto: cuando la diversidad es parte de la cultura y no solo un checkbox, los beneficios se extienden más allá de la organización y alcanzan a toda la comunidad tecnológica.
Howdy: un recorrido que empezó en Austin y hoy conecta a toda Latinoamérica
La historia comienza en 2018, en Austin, Texas, cuando el boom tecnológico chocaba con una escasez de talento evidente. El pensamiento de Jacqueline del cual nace Howdy fue claro: en Latinoamérica hay talento top de sobra, solo hace falta conectarlo con las oportunidades correctas.
Ese mismo año, con apenas cinco personas y un cliente, logró transformar esa idea en un proyecto. Dos años después, en 2020, la compañía dio un salto clave: creció hasta alcanzar 50 integrantes y fue aceptada en Y Combinator, uno de los programas de aceleración de startups más reconocidos del mundo. Ese impulso abrió la puerta a un crecimiento exponencial.
En 2022, Howdy levantó dos rondas de inversión por 18 millones de dólares, alcanzando una valuación de más de 100 millones y consolidándose como una de las empresas privadas de mayor expansión en Estados Unidos. Ese mismo año, adquirió Geek Hunter, uno de los marketplaces de talento tech más grandes de Brasil, incorporando más de 400.000 perfiles de desarrolladores a su red.
Hoy, a siete años de su inicio, Howdy no solo es la cuarta compañía de mayor crecimiento en el distrito central de Texas: también es una comunidad en constante expansión que conecta a talentos de toda Latinoamérica con empresas de Estados Unidos. Una comunidad donde el foco no está únicamente en cubrir vacantes, sino en acompañar a cada persona con planes de carrera, oportunidades de desarrollo y una cultura compartida de valores y visión.